En 1893, el astrónomo inglés Edward Walter Maunder descubrió un hecho que hasta ese momento había pasado desapercibido: entre 1645 y 1714, prácticamente no se observó la aparición de ninguna mancha solar. Este “apagón” solar, que no ha vuelto a repetirse, fue denominado como “mínimo de Maunder” y su inicio coincidió con la etapa más fría de una pequeña era glacial en Europa y Norteamérica. Aquel período de enfriamiento global comenzó alrededor del año 1300 y continuó durante varios siglos.
Maunder también notó una disminución en la frecuencia e intensidad de las auroras boreales (que son causadas por tormentas solares) durante ese mismo período. Dado que las estrellas son menos brillantes cuando están inactivas, es razonable establecer una correlación entre la caída de la actividad del Sol y el descenso de las temperaturas en la Tierra.
En 1976, cuando los astrónomos establecieron este paralelismo, comenzaron a analizar estrellas cercanas similares al Sol para encontrar otros ejemplos de mínimos de Maunder estelares. Esperaban averiguar cuál es la causa de estos períodos de inactividad, y quizás predecir cuándo sobrevendría el siguiente mínimo al Sol, y con ello, el próximo período glacial en nuestro planeta.
Sin embargo, nuevos estudios realizados por la Universidad de California, en Berkeley, han puesto en duda el status de varios cientos de estrellas que fueron clasificadas en su momento como astros que atraviesan mínimos de Maunder. En una presentación realizada durante la última reunión mensual de la Sociedad Astronómica Americana, los astrónomos Jason Wright y Geoffrey Marcy dieron a conocer un estudio demostrando que unas 1.200 estrellas supuestamente parecidas al Sol, y que aparentemente presentan un mínimo de actividad, son en realidad bastante diferentes a nuestra estrella y por lo tanto no puede considerarse que atraviesan un mínimo de Maunder.
“Típicamente, los censos estelares muestran que el 10 al 15 por ciento de todas las estrellas parecidas al Sol se encuentra en un estado inactivo, similar a un mínimo de Maunder; esto indicaría que el Sol pasa aproximadamente el 10 por ciento de su vida en esa situación”, señaló Wright. “Nuestro trabajo demuestra que la gran mayoría de las estrellas identificadas como astros que atraviesan un mínimo de Maunder no se parecen en absoluto al Sol, sino que son estrellas más evolucionadas y ricas en metales como hierro y níquel”. De hecho, Wright y Marcy no encontraron ni siquiera una sola estrella que pueda catalogarse incuestionablemente como un mínimo de Maunder. “Creíamos que éramos capaces de detectar estrellas con el mínimo de Maunder, pero no lo somos”, declaró Wright.
El método anterior consistía en medir la emisión de calcio en la atmósfera de una estrella. Cuando nuestro Sol está activo, su atmósfera superior alcanza temperaturas superiores a los 10.000ºK, haciendo que el calcio emita luz azul. Por lo tanto, una disminución en la cantidad de calcio emitida por una estrella similar al Sol debería ser prueba concluyente de que la misma se encuentra en un período de inactividad.
Sin embargo, Wright encontró que la disminución de las emisiones de calcio en estrellas definidas como mínimos de Maunder tiene otras causas mucho más probables, como un mayor contenido metálico. Estas estrellas se queman con mayor intensidad que nuestro Sol, pero también presentan menos actividad. Otra alternativa es la edad; cuando las estrellas se vuelven viejas tienden a girar más despacio, los campos magnéticos que producen son menos poderosos, y pierden sus manchas.
“Lo que los astrónomos asumen es que las estrellas parecidas al Sol que se encaminan hacia un ‘apagón’ estelar son en realidad estrellas viejísimas y cuyos campos magnéticos se han debilitado para siempre”, dijo Marcy. “No están en un mínimo de Maunder temporal, sino en uno permanente: están muertas”.
Este problema fue descubierto recién ahora ya que hasta el lanzamiento del satélite europeo Hipparcos, en 1998, no fue posible determinar las distancias exactas a las estrellas más cercanas. Una vez que estas distancias fueron calculadas, fue posible definir la magnitud absoluta de dichas estrellas, y se empezó a notar la inconsistencia de la teoría del mínimo de Maunder.
“Todavía no comprendemos que es lo que ocurre en nuestro Sol, cómo los campos magnéticos generan en el ciclo solar de once años, o qué causó el mínimo magnético de Maunder”, finalizó Marcy. “En particular, no sabemos cuán a menudo una estrella similar al Sol cae en un mínimo de Maunder, o cuando se producirá el siguiente mínimo. Podría ser mañana mismo”.