Luego de trabajar durante los últimos tres años para descartar posibles explicaciones alternativas para los resultados de sus observaciones, un equipo de astrónomos anunció la detección de ondas gravitacionales en las primeras fracciones de segundo luego del Big Bang.
Las ondas gravitacionales, cuya existencia fue predicha por la teoría de la relatividad general de Einstein, se producen cuando objetos enormemente masivos, como por ejemplo dos agujeros negros, colisionan e interactúan entre sí, generando ondulaciones en el espacio-tiempo que se propagan a la velocidad de la luz.
Sin embargo, ese no es el único escenario en el cual podrían generarse ondas gravitacionales. Alan Guth y otros cosmólogos sugirieron en la década de 1980 que también debería ser posible detectarlas como un efecto residual de la inflación que, según la teoría del Big Bang, experimentó el Universo en la primera billonésima, de una billonésima, de una billonésima de segundo luego de su nacimiento, y que lo llevó de tener un tamaño inimaginablemente pequeño a medir aproximadamente un centímetro de diámetro. El Universo ha continuado expandiéndose, aunque no tan rápido como en su fase inflacionaria, durante los 13.820 millones de años desde entonces.
Los cosmólogos denominan polarización de modo B a ese efecto residual, detectable como una deformación característica en las propiedades direccionales de la radiación de fondo cósmico, es decir, la primera luz emitida luego del Big Bang. Las ondas gravitacionales moviéndose a través del Universo durante su fase inflacionaria serían la única forma de producir señales semejantes.
El equipo liderado por el astrónomo estadounidense John Kovac analizó exhaustivamente los datos provistos por tres años de observaciones realizadas con el instrumento BICEP2 instalado en el South Pole Telescope (Telescopio del Polo Sur), ubicado en la base antártica de Amundsen-Scott, en el Polo Sur terrestre.
Finalmente, luego de descartar todas las demás posibilidades, como las distorsiones gravitatorias causadas por galaxias distantes y la presencia de polvo galáctico, y los errores inducidos por el propio instrumento y su telescopio, los astrónomos publicaron dos papers donde afirman haber detectado claramente señales de la polarización de modo B, y por lo tanto, de la presencia de ondas gravitacionales.
Está claro que ante todo, los resultados necesitan ser confirmados por otros experimentos similares. Además, en el mes de junio se espera contar con mapas actualizados de la radiación de fondo cósmico de microondas obtenidos por el telescopio espacial Planck de la ESA, que incluirán datos de polarización. Sin embargo, los papers presentados por el equipo del BICEP2 reflejan un nivel de confianza en los resultados superior a 5 sigma; esto quiere decir que la probabilidad de que las señales detectadas sean resultado del azar es menor a 1 en 3,5 millones. No es difícil entender por qué, entonces, ya se esté hablando del descubrimiento del siglo, y de un posible premio Nobel de Física para los científicos involucrados.